lunes, diciembre 18, 2006

La polvora de Navidad

La navidad estaba asociada a la pólvora. En todas las casas, de una u otra forma se compraba pólvora que se utilizaba en las novenas reservando la mayor cantidad para la noche del 24 de diciembre.
Recuerdo el espectáculo de cada 24 y cada 31 desde la terraza de la casa de mis padres observando a toda la ciudad. A las 12 de la noche en cada casa lanzaban un poderosa bomba multicolor fabricada por una empresa de la región.
Junto a ese recuerdo estaba el del exagerado ruido de la pólvora artesanal y la cantidad de accidentes que se conocían.
Una mañana temprano fui a la casa de un tío que vivía al lado y encontramos que toda su ropa estaba negra. Nos contó que habían comprado una cantidad grande de pólvora, los famosos voladores y otros explosivos, y al regresar a la casa de repente hizo explosión. Se salvaron de milagro porque en la juerga habían decidido usar una camioneta pick-up y sentarse en el platón.
Cuando mis hijos nacieron ya mi entusiasmo por la pólvora comenzaba a decaer. Era una diversión cara y peligrosa. Afortunadamente cuando ellos crecieron no mostraron interés en esa vieja afición navideña.
Iba a escribir que cada día se escuchaba menos el sonido de los voladores. Y en ese preciso instante sonaron varios en mi vecindad.
Durante varios años ese sonido se asociaba con la llegada de diciembre, las vacaciones, la música y el reencuentro con muchos amigos que vivían en otras partes.
Pero cuando a mi generación le correspondió su dosis de violencia, esos sonidos dejaron de alegrar porque recordaban disparos o estallido de bombas.
El año pasado el cura de mi barrio, recién llegado de un pueblo, decidió llamar a sus feligreses a las novenas con poderosas cargas de pólvora a las cuatro de la mañana. Parece que el entusiasta curita recibió una amable reconvención del Obispo porque en la primera madrugada de novena no nos regaló su concierto de pólvora.
Poco a poco la acción de las autoridades y la falta de interés de la gente nos llevará a que esa pólvora explosiva y artesanal desaparezca. Quedará en los pueblos y se convertirá en parte de su atractivo siempre y cuando no sea a la madrugada como las campanas parroquiales.
Pero por el momento, los medios de comunicación nos muestran la gran cantidad de niños que siguen siendo víctimas de esta bárbara costumbre. Y eso es imperdonable.

lunes, diciembre 11, 2006

La centralizacion

A pesar de la Constitución de 1991, se advierten muchas tendencias que fomentan el centralismo hacia la capital de la república.
El desarrollo de los sistemas de información ha estimulado la centralización en muchas actividades de la economía tales como el sector financiero. Los gerentes de los bancos y demás ejecutivos en las regiones preparan la información de los clientes pero las decisiones se toman en la sede central.
La globalización ha impuesto la necesidad de crear organizaciones más grandes y por tal motivo muchas empresas se han tenido que fusionar y la alta dirección se unifica en las ciudades más importantes.
En los últimos años empresas claves para la región se han fusionado con otras y las decisiones gerenciales importantes se toman en otra parte.
Por supuesto este no es un fenómeno nuevo. Recordemos que hace sesenta años en ciudades de provincia de Santander existían industrias de cervezas, gaseosas, molinos de trigo y otras, que desaparecieron y forzaron la migración de muchos de sus habitantes hacia ciudades más grandes con mayores oportunidades.
Esas poblaciones tenían importancia en los primeros años del siglo XX pero no lograron superar esa transformación económica y desde ese momento no han logrado recuperar su importancia relativa.
Esto podría suceder en ciudades mayores como Bucaramanga y de hecho ha ocurrido, pero afortunadamente la inventiva de sus habitantes ha permitido desarrollar nuevas actividades que reemplacen a las que perdieron importancia o desaparecieron.
Recordemos en el pasado al Banco Santander, Forjas de Colombia, Ropa El Roble y podríamos llegar a tiempos más recientes con la Corporación Financiera de Santander, Gasoriente, Terpel .
Hace veinte años el ex ministro Jaime García Parra nos decía que teníamos que preservar una de las mayores fortalezas de la región como era la de una excelente administración pública. Lamentablemente la mayoría de las regiones de Colombia no han logrado siempre elegir por votación popular a las personas más adecuadas para desempeñar los cargos de Gobernadores y Alcaldes. Esto ha traído como consecuencia muchos problemas de corrupción y un mal uso de los presupuestos territoriales.
Afortunadamente se han venido corrigiendo estos problemas y las finanzas públicas de las regiones se están recuperando. Pero el tiempo perdido no se recupera fácilmente y las diferencias de desarrollo se han acentuado en los últimos años.
La educación universitaria colombiana es talvez otro factor muy importante que estimula la centralización porque hace que la juventud abandone su región en búsqueda de su mejor formación que está en la capital de la república y en las principales ciudades.
La Universidad Nacional de Colombia en sus dos sedes principales de Bogotá y Medellín atrae todos los semestres las mejores inteligencias jóvenes del país. Y esos muchachos y muchachas de bajos recursos ya no van a regresar a sus regiones porque les resultará más fácil conseguir un trabajo mejor remunerado en las dos ciudades más importantes.
Algo similar se puede escribir sobre otras universidades públicas que han atraído los mejores talentos de sus regiones.
Merecería un análisis detenido el papel que ha jugado la Universidad Industrial de Santander y las universidades privadas en el desarrollo de Bucaramanga. Con mucha certeza podría afirmar que gracias a sus egresados ha sido posible consolidar muchas empresas y desarrollar nuevos frentes de acción que se traducen en utilidades y generación de empleos.
Hace bastante tiempo que no se acomete el tema de la descentralización con seriedad. Y no parece existir una política nacional para fortalecer las regiones y las ciudades. Cuando hablamos de política nacional no estamos haciendo referencia al señor Presidente de la República. Nos referimos a la sociedad colombiana.
La muy difícil topografía colombiana estimuló el desarrollo de ciudades y regiones. Durante muchos años nos sentimos orgullosos de afirmar que Colombia era un país de ciudades. Esto ya no parece tan claro en el inmediato futuro y sería interesante un buen debate sobre ese modelo de desarrollo.