El colombiano tiene la tendencia a aplazar muchas decisiones que sabe tiene que tomar esperando, quizás, que el tiempo las resuelva solas.
Muchas de esas determinaciones son dolorosas e implican reconocer hechos que siempre se han querido negar o, en el mejor de los casos, ocultar.
Igual le sucede a Colombia.
Durante años no salía de mi sorpresa, que a ratos se volvía indignación y finalmente desesperanza al ver que nadie tomaba decisiones que parecían obvias y que, por el contrario, los discursos de muchos pretendían tapar el sol con las manos.
En el pasado y también ahora se advierten intentos para hacer pactos de silencio con el triste argumento de que Colombia no resiste la verdad. El último y que puede ser también el primero de los argumentos, es que la verdad puede hacer que la economía se vaya al traste.
La experiencia nos hacía pensar que seguiríamos igual: tapando y negando realidades.
De repente, la Corte Suprema de Justicia que estaba metida en una absurda disputa con otras Altas Cortes entiende que la única manera para lograr la preeminencia es cumpliendo con el deber a cabalidad, sin cálculos y sin miedos.
Ojalá no nos defrauden con esta investigación sobre los Congresistas y puedan superar todas las presiones y chantajes a las que serán sometidos sus magistrados de la sala penal.
El Congreso de Colombia no puede intentar discutir un proyecto de Ley para auto otorgarse perdón por sus actuaciones fuera de la misma ley. La simple mención de esa idea le quita legitimidad al estado. Y no olvidemos que en Colombia ya hay muchos que no se la reconocen.
lunes, noviembre 20, 2006
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