En épocas de relativismo alguien me dirá, con mucha razón, que las verdades cambian porque siempre están influidas por las ideologías y los conceptos culturales que son el sustrato de nuestros raciocinios.
Pero no quiero entrar en esa discusión. Me refiero a los hechos que han sucedido en Colombia y que nuestra generación ha tenido que presenciar.
He escuchado con mucho detenimiento dos entrevistas que ha concedido el señor Fernando Botero Zea en relación con el ingreso de dinero del narcotráfico a la campaña presidencial de Colombia en el año 1994.
Nada me ha sorprendido. No estaba esperando revelaciones nuevas que le dieran un viraje a esta lamentable historia. El valor de estas entrevistas radica en que por primera vez en esta generación un político colombiano reconoce de viva voz sus faltas. Y, además, le recuerda a la gente que dos de los grandes protagonistas de esta historia no han recibido castigo.
Cuando el suscrito estaba joven pensaba que ningún país que se convertía al comunismo regresaba a una democracia como se concibe en occidente. Había vivido poco y pensaba que el ejemplo de la Unión Soviética era muy claro. Pues estaba muy equivocado como lo ha demostrado la historia.
Igual pienso ahora sobre el caso de Ernesto Samper Pizano. Creo que ha logrado pasar a la historia como un hombre desacreditado que no recibió ninguna sanción importante.
Ignoro si las declaraciones de Fernando Botero irán a cambiar esta vergonzosa situación y el señor Samper seguirá orondo con sus chistes flojos en los cócteles bogotanos.
Ernesto Samper y su gente son hábiles en usar herramientas innobles para desprestigiar a sus contrincantes. No olvidemos que para la burguesía colombiana es más grave ser ladrón que haber cometido otros delitos.
Por lo pronto creo que la idea de lanzar al señor Horacio Serpa a una candidatura a la Gobernación de Santander se ha dañado. Y si muchos han olvidado lo que sucedió, tendremos que recordarles.
Este país solamente será viable cuando de manera pública, individual y colectiva reconozcamos nuestras grandes faltas y hagamos un nuevo propósito colectivo.
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