miércoles, junio 25, 2008

Veinte años

Vamos a intentar analizar algunos de los cambios que se han producido en la sociedad colombiana en los últimos veinte años.
Como hemos visto todos los días en los medios la política sufrió una gran transformación. Se esfumó el idealismo que representaba Luis Carlos Galán y llegaron a las corporaciones públicas los pragmáticos, apoyados en sus propias destrezas para manejar clientelas o con el apoyo de los paramilitares. Aparecieron excelentes personas pero son demasiado pocos para hacer verdadero contrapeso a los demás.
Hace veinte años estábamos iniciando una etapa nueva con la elección de alcaldes primero y más tarde con la de gobernadores. Y los resultados fueron los previstos por los observadores más escépticos. En las regiones más avanzadas se escogieron casi siempre unos buenos gobernantes y gracias a sus logros llegaron a ser presidentes. Pero en la mayoría del país la situación es lamentable. Es que el atraso de las regiones no se puede atribuir únicamente al centralismo nacional. También juegan un papel trascendental las escogencias de los electores. Y en Colombia era un riesgo muy grande jugar a la democracia cuando teníamos tanta guerrilla y tanto narcotráfico. Lamentablemente será imposible revisar la decisión porque hay ya demasiados intereses creados y me imagino los titulares de algunos medios de comunicación si alguien se atreviera a presentar una propuesta formal para alterar ese sistema de elección?.
Hay que hacer cambios en las funciones de los departamentos y en sus delimitaciones geográficas. Muchos municipios deberían agruparse para tener más eficiencia y quizás sea bueno organizar unas agrupaciones inferiores a los departamentos y superiores a ellos siempre y cuando esto no implique más burocracia. En otras palabras, tenemos que encontrar mejores formas para llevar el estado a todos los rincones del país.
Pero también hay que revaluar la forma cómo actúa el estado. El sistema presupuestal nacional induce a la ineficiencia y quizás al despilfarro porque obliga a desembolsar todo antes del cierre fiscal. Y ese cierre lo han programado en el día más inoportuno: el 31 de diciembre. Lo que no pagan por muy diversos motivos en todo el año, lo sueltan con gran agilidad en los últimos días. Interesa la cifra del último día, no interesa el tiempo que se dejó de prestar un servicio o dar una cobertura.
Pasamos por una crisis económica muy dura pero nos recuperamos. Tengo mis dudas sobre si la gente aprendió la lección sobre el excesivo endeudamiento a estas tasas de interés colombianas que siempre han sido tan altas. Como tenemos tanta gente, siempre hay gente nueva y joven que no conoce las experiencias y quiere consumir.
La actividad agropecuaria y agroindustrial apenas mejoró en esta etapa. Más de la mitad de este período el campo estuvo expuesto a la acción criminal de organizaciones subversivas y no subversivas. Tan hampones los unos como los otros. Por fortuna se ha comenzado a producir una recuperación y ya es posible invertir con cierta tranquilidad. Pero política agraria no hemos tenido porque creímos que como los alimentos del mundo eran abundantes y baratos los podíamos importar sin ningún problema. Y gracias a la violencia se fue produciendo una reforma agraria al revés que concentró las mejores tierras en manos indeseadas. Y esas personas, hechas a punta de pistola, tienen el dinero pero no la voluntad de cultivar la tierra. Colombia tiene una gran oportunidad para desarrollar la actividad agrícola y pecuaria pero deberá tomar muchas decisiones rápidas.
La apertura económica y la crisis de finales de los años noventa dejaron por fuera a muchas empresas y empresarios que habían jugado papeles destacados antes. El papel de los gremios económicos pasó a ser secundario por muchas razones. Los empresarios que llegaron o eran extranjeros o no creían mucho en ellos porque no habían tenido oportunidades en el escenario anterior. Además, en el gobierno de Ernesto Samper se tomó la decisión de ignorar a los gremios tradicionales para darle juego a otros, más afines al gobierno, y a empresarios individuales.
En aquellas épocas existía algo que se llamaba la junta de importaciones del Instituto de Comercio Exterior INCOMEX y ellos decidían lo que se podía importar o no. Con la apertura y el cambio de modelo ya no era necesario tener un respaldo para poder importar porque las reglas eran claras y uniformes. Hasta hace poco tiempo todavía había gente que clamaba por retornar a ese modelo cerrado. Hoy nadie se atreve a pensar que aquello se podría repetir ni aún en graves circunstancias de estrechez.
En nuestros escritos anteriores nos hemos referido a la infraestructura nacional y no queremos repetirnos. Con la violencia y la crisis, nuestras mediocres carreteras parecían suficientes pero basta con salir para apreciar la congestión de camiones y automóviles. El crecimiento de la población y de la economía impone el desarrollo de nuevas y grandes infraestructuras. Y como nos llegó la era de los combustibles caros tendremos que armar nuevamente una red ferroviaria y aprovechar los numerosos ríos que nos atraviesan para transportar mercancías. Lo del río Magdalena es claro, hay que dragarlo con seriedad y persistencia, para que tengamos navegación todo el año y se reduzcan las inundaciones de sus riberas.
La nación ha hecho un enorme esfuerzo en materia educativa. Y digo la nación no entendida como el gobierno central sino como las personas que viven en el territorio. Muchos creen que este gigantesco esfuerzo se habría podido canalizar mejor si los gobiernos hubieran ejercido un mayor liderazgo y autoridad para regular y orientar la oferta educativa. Tenemos muchos profesionales en algunas áreas y escasez en otras. Y nos faltan técnicos expertos en temas especializados. Pero, a pesar de estos factores negativos, los resultados de este gran empeño nacional se comienzan a apreciar porque nuestra sociedad se ha vuelto más abierta y cada vez más personas tienen la oportunidad de ganar dinero limpiamente. Pero será suficiente para estar tranquilos hacia el futuro?. Me temo que es necesario enfatizar más en la calidad de la educación y habrá que reforzar mucho más el estudio de las ciencias en todos los ciclos básicos.
La gran transformación del período llegó por cuenta de las comunicaciones y el internet. En poquísimos años se han logrado coberturas insospechadas en servicios como el de la telefonía celular. Parece absurdamente lejana la huelga suicida de los empleados de la estatal Telecom. A partir de ese momento el país reaccionó y se permitió que la iniciativa privada tomara el liderazgo. Esta es una demostración de cómo la tecnología ofrece con frecuencia oportunidades que deben ser aprovechadas para acelerar el desarrollo del país. Pero la carrera no tiene fin y pareciera que el impulso de internet se ha frenado un poco en Colombia. Ojalá la competencia y un incentivo mayor del estado nos lleven a ser líderes en la región.
Nos gustaría seguir mirando más materias pero estamos resultando bastante extensos. Creemos que existen oportunidades, pero los problemas no vienen de esos lados.
¿Y el colombiano mirado como individualidad cambió mucho?. Esta es la gran pregunta que intentaremos contestar en la próxima ocasión.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Frente a la pregunta final permítame expresarle mi opinión.
Me parece que en los últimos años hay un retroceso mental en el colombiano individual, o dados los hechos, se ha vuelto cada vez más evidente la falta de educación en un estado general casi barbárico de la sociedad.
Aceptamos cosas absurdas cada día y lo absurdo se tiende a naturalizar por medio de la costumbre.
Oigo muchas veses la frase:
-es que eso es así y eso no va a cambiar.

Aceptamos el asesinato de donde provenga como un estado de guerra casi natural.
Aceptamos que el clima (lo natural y previsible) perpetra terribles tragedias desbordando los rios, como si las políticas de ocupación territorial y del agro fueran legisladas por el Dios trueno.
Aceptamos 3 millones de desplazados y somos el pais más felíz del mundo.
Hay en mi opinión, un chip defectuoso en la mente del colombiano promedio.
Una capacidad muy grande para mentirse a sí mismo , y lo más grave, para en medio del proceso de mentirse, legitimar las grandes mentiras.

Dios nos libre...
Facebook nos salve...

Saludos.

Klaus.