Por muchas razones, Colombia decidió que solamente debía existir un cuerpo de policía y debía tener el carácter de nacional. Además le creó una estructura casi idéntica a la de los militares. A nadie sorprende en Colombia ver a los agentes de policía en formación de orden cerrado como si fueran un ejército.
Es que en mi país todo se confunde. Los policías usan fusiles con uniformes camuflados y el ejército lucha contra los traficantes de drogas. De hecho, la captura más importante que se ha producido en los últimos tiempos la hizo un grupo del Ejército.
Pero este no es el tema que más nos preocupa aunque ha ocasionado problemas de corrupción en las filas de las Fuerzas Militares.
Vamos a escribir sobre la seguridad en las ciudades y el papel de la Policía y de los Alcaldes.
Con las migraciones inevitables por razones económicas y con el desplazamiento de muchos, la convivencia en las ciudades está perturbada. Colombia ha hecho un esfuerzo muy grande por mejorar en la dotación de servicios básicos de agua, alcantarillado, energía y telecomunicaciones y los resultados son muy buenos. A tal punto que uno pensaría lo que habría pasado si nos hubiésemos trazado otros objetivos nacionales en temas diferentes. Pero no hemos sido capaces para hacer mejoras sustanciales en los indicadores de empleo.
Durante años la prioridad de seguridad ha sido la de recuperar el dominio en el territorio nacional y actuar en contra de los subversivos y otros grandes delincuentes.
Creo que ahora ha llegado el momento de atacar con mucha energía a los delincuentes urbanos, sin descuidar la acción contra la subversión y el narcotráfico porque aún son muy peligrosos.
Pero en la acción urbana hay dos factores claves que podrían hacer mucho mejor la tarea. Se trata de la Policía Nacional y los alcaldes municipales.
Algunos con cierta timidez han conversado sobre la necesidad de hacer una transformación importante en la Policía Nacional y yo estoy de acuerdo. Por su estructura similar a la castrense y su centralización, los comandantes regionales son poco estables y siempre están pensando en regresar a la capital de la república. Cuando conocen una región se tienen que ir porque el sistema de ascensos por antigüedad así lo exige o porque se produce una de esas crisis de generales tan frecuentes en los últimos treinta años.
Los alcaldes que nominalmente son jefes de policía en la práctica no lo son y se comprometen muy poco con esa necesidad esencial del ciudadano. Siempre esperan que Bogotá o la capital del departamento les de la gente y los recursos. Ellos creen que los dineros que manejan son para otras cosas, como carreteras o calles, por ejemplo.
En el gobierno de Pastrana apreciamos una política interesante sobre seguridad ciudadana que permitió instalar cámaras de video en sitios estratégicos de las ciudades. Pero los alcaldes que recibieron el regalo no continuaron trabajando en esa línea. Esa es, al menos, la percepción que tengo sobre Bucaramanga mi ciudad.
Y no se trataba solamente de instalar unas cámaras y hacer vigilancia a través de ellas. El programa buscaba como se ha hecho en ciudades como Londres, dividir la ciudad en sectores y ayudados con información poder detectar y solucionar los problemas de cada segmento. No es lo mismo atacar todo el problema de Bucaramanga, que comenzar primero por el sector de San Francisco, sanearlo y controlarlo para después pasar a otro y a otro. Lo pequeño es hermoso y es posible.
Esto requiere comandantes estables, alcaldes comprometidos y ciudadanos decididos a colaborar. Siempre he tenido claridad sobre la colaboración de los gremios y empresarios. Pero los actores principales siempre están en otra cosa o los cambian.
Con este ejemplo se hace evidente que hay que hacer reformas en la legislación municipal y en la del sistema de policía nacional. Es preciso incorporar factores de medición que premien o castiguen con recursos a los municipios que han invertido esfuerzos y recursos en la seguridad ciudadana.
Una mejora de la seguridad en las calles y viviendas de las ciudades es una mejora importante en la calidad de vida de los colombianos.
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