No había vuelto a escribir en este blog porque sentía que siempre tendría que referirme a un único tema porque los demás no tienen importancia.
Y es cierto. Veo los esfuerzos de algunos por buscar la competitividad regional, me gusta que venga a Colombia Michael Porter porque algunos idiotas decían que había pasado de moda. Pero siendo un tema importante, no logró captar mi atención.
El tema es uno y se repite. Si logramos nuevamente ocultar, disimular lo que ha estado sucediendo en Colombia, estaremos condenados a una violencia sin fin.
Estamos presenciando una de las más importantes y corruptas elecciones que ha tenido Colombia en los últimos años. Pero nada pasará, se harán las elecciones y ganarán muchos que no lo merecen y por un tiempo tendrán cierta respetabilidad. Después, cuando se comiencen a apreciar sus fechorías, quizás la justicia actúe pero el daño que causaron fue mucho. No sería más lógico actuar ya y cortar de un tajo a esos que gastan sumas exorbitantes, que están investigados etc.?.
La famosa presunción de inocencia tiene en Colombia un efecto perverso. Los bandidos atacan y desprestigian a los inocentes y los enlodan con calumnias. Como esos inocentes no tienen dinero no se pueden defender y acusan el golpe quizás para el resto de sus vidas. Mientras tanto, los bandidos compran todo y pagan abogados para evitar o dilatar las investigaciones. Se hacen elegir o impulsan a sus candidatos para mantener su poder.
Por supuesto, existe la posibilidad que todas estas apreciaciones que he hecho sean falsas. En últimas, es probable que nada cambie y los hechos podrían demostrar que todo ha sido una terrible infamia elaborada por los enemigos de la patria.
Sin embargo, creo que esto último no es cierto. La cultura colombiana tan propensa al ocultamiento, a eso que alguien llamó el “tapen tapen” desearía que nada fuera verdad para poder seguir diciendo tonterías como la de que tenemos una de las democracias más antiguas de América.
La Corte Suprema de Justicia con alguna frecuencia nos intenta demostrar que esa poderosa fuerza para ocultar se enfrenta a un grupo decidido a buscar la verdad. Y la Fiscalía, no con la frecuencia y rapidez que necesitamos, cumple también con sus deberes y decreta la captura de alguno de los delincuentes con cargo público.
No podemos seguir tratando de negar un hecho pavoroso: tenemos más de treinta congresistas en la cárcel o a punto de ingresar.
Tampoco podemos dejar pasar más tiempo para reconocer los errores que cometimos al tolerar socialmente a los paramilitares. Todos los criminales tienen que pagar y Colombia tiene que rechazar el uso de la violencia por parte de las personas y los grupos. Solamente el estado puede usar la fuerza, nadie más.
Para el bien de Colombia, ojalá podamos cambiar nuestras costumbres y demostrarnos que somos capaces de vivir y progresar con la verdad.
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