Esperamos por años la llegada de los canales privados a la televisión colombiana. Y debemos decir que nos han decepcionado.
¿Quien iba a pensar hace quince años que la programación de las noches se iba a dedicar casi exclusivamente a las telenovelas?
En esa época los programas comenzaban puntualmente porque la parrilla de programación estaba compartida por muchas empresas arrendatarias de fracciones de tiempo. Eso le quitaba flexibilidad a la programación pero le daba certeza.
Ahora en las horas de la noche, nunca se sabe a que horas comienza un programa. Algunas de las novelas se pasan por una hora y otras por veinte minutos.
No quejábamos de los noticieros que eran muy cortos y todos tenían un sello político. Hoy son aún más breves porque la verdadera información se hace en pocos minutos y el resto del tiempo se pasa en una larga y tonta crónica de farándula.
Y el contenido de esos pocos minutos de información es muy mediocre y casi siempre destinado a crónica amarillista.
Afortunadamente existen canales internacionales y el Internet que permiten obtener más información.
Y los canales regionales del estado se han convertido en aparatos de propaganda para las autoridades territoriales.
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