Lo que estamos viendo en estas elecciones territoriales en Colombia nos hace pensar que nos equivocamos cuando creímos fervorosamente en las elecciones populares.
Que desastre!. Los politólogos podrán decir muchas cosas sobre lo que está en juego. Nosotros podríamos jugar a hacer algunos aportes sin usar palabras rebuscadas. Pero lo cierto es que la calidad de vida de los colombianos no mejorará porque eso a nadie le importa. Solamente el poder, escalar peldaños y el dinero.
En un país con narcotráfico, guerrillas, paramilitares, corrupción e instituciones tan débiles las elecciones territoriales han sido desafortunadas. Y en los lugares donde habían tenido éxitos continuos, se corre el grave riesgo de perder los avances logrados.
Acá los electores prefieren al candidato simpático y promesero al candidato serio. Y prefieren la plata, así de vulgar es el asunto.
Me dirán que prefieren la plata en un acto de desesperación. Eso es mentira. Lo hacen porque no saben o no quieren entender las virtudes que tendría un gobernante serio.
Dar marcha atrás en las elecciones es imposible. Los teóricos no lo aceptarían y la mayoría de los políticos tampoco.
Competir contra los que tienen el gobierno local y departamental y además tienen los cojones de gastar hasta lo que no tienen, no será fácil. Que lejos estamos de esas primeras elecciones populares cuando aquellos no se habían preparado como ahora!
viernes, octubre 26, 2007
jueves, octubre 18, 2007
Caritas felices
Desde hace varios años me impresionan las elecciones colombianas. Tantos candidatos y tanto dinero invertido harían pensar que vivimos en una vibrante y activa democracia. Estamos llenos de avisos con “caritas felices”.
Hace un tiempo se hizo una reforma para reforzar a los partidos políticos y acabar con algunas prácticas indeseables.
Mirando la muy abundante publicidad de las calles y escuchando la radio se da uno cuenta que esta reforma se quedó corta, muy corta.
Que cantidad de candidatos que no proponen nada. En sus avisos solamente interesa la foto y el número en el tarjetón. El partido político no tiene importancia y por eso se encuentran unas combinaciones extrañísimas. Un candidato al Concejo de Bucaramanga por Convergencia Ciudadana es primo hermano de la candidata de ese mismo partido a la Alcaldía de la ciudad. Pues don Celestino, como se llama el candidato, no está apoyando a su partido y a su prima y se compromete con otro candidato.
El inventor del llamado “voto preferente” logró lo que siempre se busca en Colombia. Cambiar todo para no cambiar nada. Dicen los expertos en politiquería que una lista cerrada está condenada al fracaso porque no hay suficientes personas que jalonen la votación porque solamente quienes se situaban en la cabeza de las listas mostraban motivación. Es que en Colombia los partidos pueden ser muy antiguos o muy nuevos pero son muy débiles para dirigir la logística de elecciones territoriales. Y eso no les preocupa, su único esfuerzo es el de hacer las listas de los candidatos. Lo demás corre por cuenta de las micro empresas electorales.
Todavía algunos siguen hablando de los límites de gasto de las campañas electorales. Que ridiculez. Todo está hecho para gastar sin límites y para disimular. Y no pasará nada porque el Consejo electoral no puede o no quiere. ¿Y quién quiere controlar a los mandatarios en ejercicio que apoyan candidatos?. El año entrante todos tendremos que soportar las maltrechas finanzas por la feria de contratos y de órdenes de prestación de servicios.
Hemos aplaudido el proceso de la para-política pero creemos que la política a secas se merece un millón de procesos por corrupción y malversación de dineros.
¿No creen que ya es hora de forzar una verdadera reforma política?
Hace un tiempo se hizo una reforma para reforzar a los partidos políticos y acabar con algunas prácticas indeseables.
Mirando la muy abundante publicidad de las calles y escuchando la radio se da uno cuenta que esta reforma se quedó corta, muy corta.
Que cantidad de candidatos que no proponen nada. En sus avisos solamente interesa la foto y el número en el tarjetón. El partido político no tiene importancia y por eso se encuentran unas combinaciones extrañísimas. Un candidato al Concejo de Bucaramanga por Convergencia Ciudadana es primo hermano de la candidata de ese mismo partido a la Alcaldía de la ciudad. Pues don Celestino, como se llama el candidato, no está apoyando a su partido y a su prima y se compromete con otro candidato.
El inventor del llamado “voto preferente” logró lo que siempre se busca en Colombia. Cambiar todo para no cambiar nada. Dicen los expertos en politiquería que una lista cerrada está condenada al fracaso porque no hay suficientes personas que jalonen la votación porque solamente quienes se situaban en la cabeza de las listas mostraban motivación. Es que en Colombia los partidos pueden ser muy antiguos o muy nuevos pero son muy débiles para dirigir la logística de elecciones territoriales. Y eso no les preocupa, su único esfuerzo es el de hacer las listas de los candidatos. Lo demás corre por cuenta de las micro empresas electorales.
Todavía algunos siguen hablando de los límites de gasto de las campañas electorales. Que ridiculez. Todo está hecho para gastar sin límites y para disimular. Y no pasará nada porque el Consejo electoral no puede o no quiere. ¿Y quién quiere controlar a los mandatarios en ejercicio que apoyan candidatos?. El año entrante todos tendremos que soportar las maltrechas finanzas por la feria de contratos y de órdenes de prestación de servicios.
Hemos aplaudido el proceso de la para-política pero creemos que la política a secas se merece un millón de procesos por corrupción y malversación de dineros.
¿No creen que ya es hora de forzar una verdadera reforma política?
domingo, octubre 14, 2007
Periodistas de Santander
¿Qué podríamos pedir los damnificados de Álvaro Alférez, Juan Manuel González, Héctor Gómez y Carlos Julio Castellanos?
Nada, el tiempo, quizás muy tarde, hará justicia
Nada, el tiempo, quizás muy tarde, hará justicia
Semana de octubre
A pesar de los dolorosos años ochenta de Colombia, no pensaba que viviría una etapa de tanto escepticismo sobre el futuro cercano de mi país. Mis enemigos, tenía bastantes, podrían decir que esa visión se debe a mis actuales circunstancias personales. Quizás antes no tenía la lucidez para apreciar la real dimensión de los que sucede.
Yo alcancé a creer que Colombia podría llegar pronto a igualarse a las naciones de mayor desarrollo. Y en las responsabilidades que tenía a mi cargo siempre evité creer en esa limitación auto impuesta que no nos dejaba señalarnos metas iguales a las de los países europeos.
Creo que nuestra misión personal tiene que ser siempre la de la búsqueda inconforme de la excelencia. No importa que vivamos en Quibdó o en Londres.
Lo que he visto y escuchado en esta semana me deja muy inquieto y preocupado. Todo ese derecho constitucional que estudié hay que olvidarlo.
Yo alcancé a creer que Colombia podría llegar pronto a igualarse a las naciones de mayor desarrollo. Y en las responsabilidades que tenía a mi cargo siempre evité creer en esa limitación auto impuesta que no nos dejaba señalarnos metas iguales a las de los países europeos.
Creo que nuestra misión personal tiene que ser siempre la de la búsqueda inconforme de la excelencia. No importa que vivamos en Quibdó o en Londres.
Lo que he visto y escuchado en esta semana me deja muy inquieto y preocupado. Todo ese derecho constitucional que estudié hay que olvidarlo.
domingo, octubre 07, 2007
La costumbre
No había vuelto a escribir en este blog porque sentía que siempre tendría que referirme a un único tema porque los demás no tienen importancia.
Y es cierto. Veo los esfuerzos de algunos por buscar la competitividad regional, me gusta que venga a Colombia Michael Porter porque algunos idiotas decían que había pasado de moda. Pero siendo un tema importante, no logró captar mi atención.
El tema es uno y se repite. Si logramos nuevamente ocultar, disimular lo que ha estado sucediendo en Colombia, estaremos condenados a una violencia sin fin.
Estamos presenciando una de las más importantes y corruptas elecciones que ha tenido Colombia en los últimos años. Pero nada pasará, se harán las elecciones y ganarán muchos que no lo merecen y por un tiempo tendrán cierta respetabilidad. Después, cuando se comiencen a apreciar sus fechorías, quizás la justicia actúe pero el daño que causaron fue mucho. No sería más lógico actuar ya y cortar de un tajo a esos que gastan sumas exorbitantes, que están investigados etc.?.
La famosa presunción de inocencia tiene en Colombia un efecto perverso. Los bandidos atacan y desprestigian a los inocentes y los enlodan con calumnias. Como esos inocentes no tienen dinero no se pueden defender y acusan el golpe quizás para el resto de sus vidas. Mientras tanto, los bandidos compran todo y pagan abogados para evitar o dilatar las investigaciones. Se hacen elegir o impulsan a sus candidatos para mantener su poder.
Por supuesto, existe la posibilidad que todas estas apreciaciones que he hecho sean falsas. En últimas, es probable que nada cambie y los hechos podrían demostrar que todo ha sido una terrible infamia elaborada por los enemigos de la patria.
Sin embargo, creo que esto último no es cierto. La cultura colombiana tan propensa al ocultamiento, a eso que alguien llamó el “tapen tapen” desearía que nada fuera verdad para poder seguir diciendo tonterías como la de que tenemos una de las democracias más antiguas de América.
La Corte Suprema de Justicia con alguna frecuencia nos intenta demostrar que esa poderosa fuerza para ocultar se enfrenta a un grupo decidido a buscar la verdad. Y la Fiscalía, no con la frecuencia y rapidez que necesitamos, cumple también con sus deberes y decreta la captura de alguno de los delincuentes con cargo público.
No podemos seguir tratando de negar un hecho pavoroso: tenemos más de treinta congresistas en la cárcel o a punto de ingresar.
Tampoco podemos dejar pasar más tiempo para reconocer los errores que cometimos al tolerar socialmente a los paramilitares. Todos los criminales tienen que pagar y Colombia tiene que rechazar el uso de la violencia por parte de las personas y los grupos. Solamente el estado puede usar la fuerza, nadie más.
Para el bien de Colombia, ojalá podamos cambiar nuestras costumbres y demostrarnos que somos capaces de vivir y progresar con la verdad.
Y es cierto. Veo los esfuerzos de algunos por buscar la competitividad regional, me gusta que venga a Colombia Michael Porter porque algunos idiotas decían que había pasado de moda. Pero siendo un tema importante, no logró captar mi atención.
El tema es uno y se repite. Si logramos nuevamente ocultar, disimular lo que ha estado sucediendo en Colombia, estaremos condenados a una violencia sin fin.
Estamos presenciando una de las más importantes y corruptas elecciones que ha tenido Colombia en los últimos años. Pero nada pasará, se harán las elecciones y ganarán muchos que no lo merecen y por un tiempo tendrán cierta respetabilidad. Después, cuando se comiencen a apreciar sus fechorías, quizás la justicia actúe pero el daño que causaron fue mucho. No sería más lógico actuar ya y cortar de un tajo a esos que gastan sumas exorbitantes, que están investigados etc.?.
La famosa presunción de inocencia tiene en Colombia un efecto perverso. Los bandidos atacan y desprestigian a los inocentes y los enlodan con calumnias. Como esos inocentes no tienen dinero no se pueden defender y acusan el golpe quizás para el resto de sus vidas. Mientras tanto, los bandidos compran todo y pagan abogados para evitar o dilatar las investigaciones. Se hacen elegir o impulsan a sus candidatos para mantener su poder.
Por supuesto, existe la posibilidad que todas estas apreciaciones que he hecho sean falsas. En últimas, es probable que nada cambie y los hechos podrían demostrar que todo ha sido una terrible infamia elaborada por los enemigos de la patria.
Sin embargo, creo que esto último no es cierto. La cultura colombiana tan propensa al ocultamiento, a eso que alguien llamó el “tapen tapen” desearía que nada fuera verdad para poder seguir diciendo tonterías como la de que tenemos una de las democracias más antiguas de América.
La Corte Suprema de Justicia con alguna frecuencia nos intenta demostrar que esa poderosa fuerza para ocultar se enfrenta a un grupo decidido a buscar la verdad. Y la Fiscalía, no con la frecuencia y rapidez que necesitamos, cumple también con sus deberes y decreta la captura de alguno de los delincuentes con cargo público.
No podemos seguir tratando de negar un hecho pavoroso: tenemos más de treinta congresistas en la cárcel o a punto de ingresar.
Tampoco podemos dejar pasar más tiempo para reconocer los errores que cometimos al tolerar socialmente a los paramilitares. Todos los criminales tienen que pagar y Colombia tiene que rechazar el uso de la violencia por parte de las personas y los grupos. Solamente el estado puede usar la fuerza, nadie más.
Para el bien de Colombia, ojalá podamos cambiar nuestras costumbres y demostrarnos que somos capaces de vivir y progresar con la verdad.
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