jueves, julio 31, 2008

El colombiano de ahora

Tengo pendiente escribir algo sobre el comportamiento y el ser del colombiano en los últimos veinte años.
Confieso que he tratado de eludir el tema para no caer en una descripción demasiado cruel o en generalizaciones simplistas.
Pero lo dije y debo cumplirlo. Afortunadamente se han publicado varios hechos y comentarios que me ayudan en lo que intento decir.
Me ha aterrado que en estos años, algunas de las personas que conozco y que tenía por gente de bien no se han inmutado y hasta cierto punto apoyan los terribles crímenes que se han cometido en Colombia en los últimos veinte años. En varias reuniones he escuchado comentarios justificando la muerte de algunos que se consideraban afines al llamado enemigo.
He conocido gente que defendía rabiosamente la teoría de “el enemigo de mi enemigo es mi amigo” y entró al juego de la muerte. Algunos de ellos, muy queridos por mí, pagaron con su vida por esa filosofía.
Muchas de las pendejadas que se han dicho perdieron vigencia. Una de ellas era la de afirmar que la violencia en Colombia era propia de la gente del interior y que los costeños, gente alegre y descomplicada, eran muy poco propensos a la violencia. Y los hechos demostraron todo lo contrario.
En la última semana dos noticias me han llamado la atención y tienen mucha relación con lo que intento describir. Una de ellas comentada en el editorial de Vanguardia Liberal del 31 de julio menciona las actuaciones de un grupo paramilitar comandado por alguien que se hacía llamar “Juancho Dique”. Citemos las palabras del editorialistas porque son elocuentes: “Narrando detalles de cómo se llevó a cabo la masacre de El Salado, cometida hace pocos años, expresa que los asesinos solo usaron bayonetas para matar a varias decenas de inocentes, para no llamar la atención de unidades del Ejército que estaban cerca y que -atérrese lector- mientras tales desalmados en forma inmisericorde quitaban la vida a sus víctimas, otros paramilitares “tocaban gaitas, tamboras y violines”(sic).
Ese acto asusta porque demuestra lo que son capaces de hacer algunos colombianos de nuestros días. Si. Cada vez que tenemos noticia de un nuevo y oscuro acto de barbarie cometido por compatriotas nuestros, se nos desmorona el espíritu pues ingenuamente imaginamos tales escenas hace 15 años en los Balcanes, o en algunos lugares de África, o de Asia, pero no, los hechos son tozudos y nos demuestran que ocurren aquí, entre nosotros, en pleno siglo XXI.”
Y la otra noticia es la historia del dirigente genocida serbio-bosnio Karadzic que se movía con toda tranquilidad por Belgrado y había tenido la reputación de ser una persona sabia y respetada. Por supuesto en esa fachada debieron colaborar los servicios de seguridad de Serbia. Pero el punto que quiero resaltar tiene que ver con lo que escribí al principio de esta nota. Quizás conocemos personas que se comportan en ciertos escenarios como ciudadanos ejemplares y en otros como en su propia casa o empresa tienen actitudes muy diferentes.
Es que el colombiano es así. Contesta las encuestas y los interrogatorios como si fueran una clase de ética o de comportamiento correcto pero todos sabemos que la realidad es otra. Es muy distinto lo que pensamos a lo que decimos y hacemos en casi todas las situaciones.
Quevedo compuso un célebre poema sobre el “poderoso caballero Don dinero”. Ese poema, escrito en el siglo XVII siempre ha tenido vigencia pero en nuestro país podría haber sido escrito nuevamente ayer. El que tenga dinero es todo y no importa su pasado, que hable apaisado o que sea un Karadzic. Lo importante es que pague y ojalá con billetes.
El que debe y quizás está atrasado en sus pagos es un paria. No importa lo que sea o haya sido. Para muchos es peor no pagar una deuda que muchos tipos penales.
La cultura mafiosa ha penetrado de manera muy honda en la sociedad colombiana y lo más grave es que no hemos logrado éxitos en la lucha contra el tráfico de estupefacientes. ¿Podremos derrotar a este flagelo o tendremos que esperar que esas sustancias dejen de usarse en el norte como ya nos sucedió con la quina o el caucho?.
En el pacto social que tendremos que hacer más pronto de lo que muchos creen, tendremos que decidir sobre muchos temas y uno de ellos es el del narcotráfico.
Más que cambios constitucionales debemos hacer acuerdos sobre principios morales y éticos para que los colombianos que nos sucedan puedan vivir en paz y lograr ese desarrollo que soñamos y que no llega.

domingo, julio 13, 2008

Un mensaje a Manolo

Poco a poco comienza a pasar la euforia del extraordinario rescate de Ingrid Betancur y sus compañeros de secuestro. Y queda la tristeza por la suerte de ellos y todos los que han pasado por esa terrible tortura.
Vamos a ver si esta patriótica nación se porta bien con los rescatados. Y no me refiero a los folclóricos carros de bomberos para la recepción de los militares y policías. No niego que eso sea importante, pero lo que trascenderá es el tratamiento que les dispensen por varios años la sociedad y el Estado. Que los contralores y procuradores del futuro entiendan y que no premien la pusilanimidad de los funcionarios que intenten dejar de ayudar a nuestros rescatados.
Ya comienzo a advertir ciertos signos inquietantes con Ingrid Betancur. He recibido correos en que la atacan porque ha dicho que no vendrá a Colombia a la marcha del 20 de julio. Yo tampoco vendría. Ella necesita sosiego, descanso, medicina, silencio y mucha, mucha familia.
Entiendo a los que quieren aprovechar estos momentos para hacerle una nueva demostración de rechazo a las FARC por sus fechorías y torpezas. Pero no dediquemos todos los medios a esa propaganda y tampoco obliguemos a nuestros rescatados.
Comencemos a discutir sobre la crisis económica mundial que se nos vino encima, sobre la recuperación del agro, sobre la presencia del estado y la nación en todos los confines de Colombia, en la reforma a los sistemas de salud y pensiones. Como haremos para enfrentar al problema del narcotráfico y a la cultura mafiosa que nos invadió. Esto solo para mencionar algunos temas.

viernes, julio 11, 2008

Los pequeños grandes asuntos

Desde hace tiempo me impresionaba que el ministro de protección social Diego Palacio siempre se refería a sumas millonarias para los hospitales y para otros asuntos de su cartera.
Y me sorprendía que siendo médico nunca hablaba de las necesidades individuales de las personas.
El suscrito es un gran aficionado al internet desde 1994 y pasa demasiadas horas al día mirando todo tipo de aplicaciones y de informativos en la web. Pero no había sacado el tiempo para inscribirme en la PILA para hacer mis gestiones de pago de la salud y la pensión que me corresponden como trabajador independiente. A principios del mes fui a mi fondo de pensiones y me dijeron que ya no me podían dar el formulario de siempre y que debía hacer el pago por internet. Me fui a mi banco y no me dieron ninguna ayuda. Después de intentar varias horas llamar por teléfono y llenar un instructivo hecho para empresas, alguien compasivamente me dio la clave de un operador y pude hacer mis pagos. Pero todo esto que les cuento me tomó dos días entre idas y venidas y llamadas sin respuesta.
A los pocos días comienzo a escuchar el problema por los medios y escucho al ministro Palacio otra vez con sus grandes números. Que eso era un problema de sólo cuatrocientas mil personas y que los otros seis millones de cotizantes ya lo estaban haciendo desde hace tiempo a través de sus empresas. Claro eran las cotizaciones del salario mínimo y de los independientes que no tienen gremios que los representen y muchos de ellos no están vinculados al sistema financiero.
Y se les olvidó a todos que el internet de Colombia aún no es masivo porque no hemos hecho una verdadera campaña para masificarlo. Y se les olvidó que la gente no tiene cuentas en los bancos por el cuatro por mil y porque ahora cobran por todo. Mis hijos me piden que les mande la plata a Bogotá en un sobre porque el banco no los deja sacar todo y siempre les cobra por todo.
Con eso del outsourcing y la reforma laboral muchos de nosotros tenemos contratos que no son laborales pero nos obligan a pagar a las EPS y a los fondos de pensiones. Y como la ley 100 se hizo en otra época tenemos que pagar la contribución completa que no pagan los trabajadores vinculados con contrato de trabajo.
Me gustaría que varios de nuestros altos dirigentes del estado se pasearan de vez en cuando por las pequeñas empresas de Colombia y conversaran con la gente del común, la que no está detrás de los políticos, la que no asiste a los consejos comunales. Que conozcan a la Colombia real.
Con ese aire liberal que siempre nos dimos, defendimos a la figura constitucional de la tutela pero resulta que en Colombia se ha desfigurado porque los empleados públicos y las Empresas prestadoras de Salud EPS no toman decisiones y siempre están a la espera de actuar cuando un Juez los obligue en virtud de un fallo judicial que tutela un derecho fundamental. Nadie piensa en la gente, solo en el bolsillo y en el propio pellejo.
Tiene que llegar pronto la hora de hacer gobierno para la persona.
Habíamos planeado escribir sobre la evolución del colombiano en los últimos veinte años y lo haremos en otra ocasión.