Desde hacía algunos meses venía observando la creciente afición de mis hijos por el Facebook y un día me animé a abrir mi propia cuenta.
Así llevo un tiempo y ya tengo algo más de noventa amigos que no es nada frente a lo que tienen mis hijos y sus compañeros de generación.
Pero, debo confesar la verdad, al cabo de estos me dan ganas de cerrar la cuenta y abandonar al facebook porque no he encontrado motivos para entusiasmarme. Es como una especie de “Club Campestre” virtual en donde se encuentra uno con varias personas, algunas muy queridas y recordadas y otras que a duras penas saludan en un supermercado.
Gente, si, toda la que uno quiera. Pero contenidos, ninguno. Unos grupos que al principio despiertan simpatía pero que después aburren porque casi todos ellos buscan oponerse a algo o a alguien o, en caso contrario, hacerle propaganda a alguien.
Y también sirve para que los banqueros le recuerden a uno el pago de algunas obligaciones que en mala hora suscribimos.
Hoy leía que este el nuevo medio de comunicación que superó al email. Quizás me está pasando lo mismo que a mi padre que a sus ochenta y dos años llegó al fax y usa muy poco el correo electrónico.
El tiempo dirá si logro obtener placer en este aplicativo para ver las redes sociales de la gente.
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domingo, noviembre 11, 2007
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