sábado, marzo 17, 2007

Donde nunca pasa nada

Estuve en una reunión de jóvenes en la que se expresaron muchas ideas y quizás pocas propuestas concretas.
A mi edad, se quieren escuchar y discutir iniciativas específicas, respaldadas en unos conceptos muy claros. En otras palabras, lo que no se pueda o quiera llevar a la práctica es apenas un ejercicio retórico casi inútil.
En la presentación varias veces se hacía alusión a una ciudad en donde nunca pasa nada.
Siempre están sucediendo cosas en mi interior y en mi exterior. Algunas de ellas tienen la facultad de propiciar un cambio drástico, violento como puede ser un accidente, una enfermedad severa, ganarse la lotería o una gran catástrofe natural. Pero la mayoría de las cosas que suceden no tienen esos alcances tan dramáticos. Ya sea porque son reflexiones, pequeños goces o problemas o porque son situaciones graves y delicadas de terceros o de otras sociedades que no nos afectan en nuestro diario quehacer.
A veces uno no se da cuenta de la magnitud de las cosas que suceden y solamente después se hace plena conciencia sobre ello. Lo mismo sucede con muchas decisiones personales o trabajos que se desarrollan en el presente.
Por ejemplo, entre 1985 y 1990 en mi vida sucedieron muchos hechos externos e internos que afectaron mi vida de manera irremediable.
Pero hoy, con una lentitud exasperante, se están produciendo cambios quizás más importantes en mi forma de ver la vida.
Nosotros estamos acostumbrados a querer y buscar siempre eventos extraordinarios, emociones fuertes porque en ausencia de grandes privaciones creemos que es la única forma de encontrar sentido a la vida.
Queremos aventuras, como pueden desearlo los habitantes de sociedades tranquilas como las escandinavas. Y se nos olvida pensar que a pocas cuadras viven varios compatriotas que no quieren más emociones fuertes, que lo que quieren es tranquilidad para progresar y vivir mejor.
A pesar de la indolencia y pereza de muchos y la desesperanza de otros, hay muchas cosas por hacer. Y estamos en el deber de emprenderlas comprometiendo a los que nos rodean.
La edad no importa.

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